La historia empieza en un pequeño pueblo llamado Cirali, ubicado en Turquía. Tengo seis años, y todos los años vengo a pasar las vacaciones. Cirali se encuentra en un valle, entre las montañas. Se puede ir caminando hasta el mar, pasando por plantaciones de cítricos.
Siempre nos hospedamos en una pensión, administrada por una familia muy amable. Me divierto atrapando pequeñas ranas que viven en un riachuelo a la par de la pensión. Todos los años vengo y entre mis amigos y yo atrapamos las ranitas.El riachuelo debe tener su origen arriba en la mañana, atraviesa todo el valle hasta desembocar en el mar. Es un pueblito mágico. Arriba en la montaña hay acantilados que arden. Aquí me siento bien.
Pasan dos o tres años que no vamos de vacaciones al pueblo.
Después, regreso con la ilusión de ver a mis amigos y las ranitas. Ya estoy más grande, pero quiero ver cómo están mis ranitas. Al llegar al riachuelo – ¡qué sorpresa¡ – está seco. Lo único que queda son algunos charquitos húmedos – por lo demás – ¡seco! No hay agua, no hay ranas. Voy corriendo a la pensión y pregunto al administrador. Me contesta: “Está haciendo calor como nunca, la montaña está sudando, pero se le agota el agua y los ríos se secan”.
Para mí, esto es trágico. En este verano, estoy muy triste.
Los siguientes años, a veces regresamos al pueblo. Tengo más años, y el riachuelo también.
[Dafne Altun, Frankfurt am Main/Allemania]